Aparecía de pronto
la eternidad, y se iba.
La eternidad en la tarde
y en tu voz estremecida.
A tu cuerpo libre y fino
el amor lo sometía.
La muerte vagaba lejos
sin rumbo ni compañía.
El amor es de los cuerpos
jóvenes a maravilla,
está en los labios lozanos
y en las turbadas caricias.
Amor eterno nacido
y olvidado el mismo día,
la misma tarde callada,
la misma hora desasida
en que aparecía de pronto
la eternidad, y se iba.